La basílica de Santa Cruz, en homónima plaza de Florencia, es una de las más grandes iglesias oficiadas por los Franciscanos y una de las máximas realizaciones del gótico en Italia. Es conocida como Templo de las glorias itálicas para las numerosas sepulturas de artistas, literarios y científicos que aprisiona. La definición data del carme “De los sepulcros” de Ugo Foscolo (vv.123 y siguientes). La grandiosa basílica es probablemente obra de Arnolfo Di Cambio, que les habría trabajado a partir de 1294-1295, incluso si no tenemos documentos escritos que lo confirmen. La crítica pero ha confirmado la atribución tradicional, tanto por el elevado nivel cualitativo del complejo, cuanto para las similitudes con otras obras del gran arquitecto. Fue edificada a gastos de la población de la República Florentina y había en una anterior pequeña iglesia que los Franciscanos habían construido después su llegada en la ciudad en 1252, en un lugar aún fuera de las murallas, a pocos años de la muerte de San Francisco de Asís. En 1966 la riada de Florencia infligió gravísimos daños al conjunto de la basílica y del convento, situados en la parte más baja de Florencia, tanto por ser tristemente conocida como símbolo de las pérdidas artísticas sufridas por la ciudad (sobre todo con la destrucción del crucifijo de Cimabue), sino también de su renacimiento del lodo, mediante la capilar obra de restauración y conservación. Vale la pena recordar las tumbas de famosos, que reposan en la Basílica: comenzando por la pared derecha, encontramos la tumba de Michelangelo Buonarroti, dibujada en 1570 por su amigo Giorgio Vasari; se pone de manifiesto el busto marmóreo del gran artista y, alrededor del sarcófago, las alegorías de la pintura, la escultura y la arquitectura. Después de la neoclásica conmemoración de Dante Alighieri, sin embargo muerto en 1321 en el exilio de Rávena y allá enterrado, encontramos el sepulcro de Vittorio Alfieri, terminado en 1810 por el gran escultor Antonio Canova, con la presentación de Italia que llora la muerte del célebre dramaturgo. Sigue el monumento del ‘700, con la figura alegórica de la diplomacia, esculpido por Innocenzo Spinazzi a gloria de Niccolò Machiavelli; hay grabado la célebre frase "tanto nomini nullum par elogium", es decir, "a tanto nombre -el del Machiavelli - ningún elogio es igual”. Sigue la espléndida tumba del ‘400 de Leonardo Bruni, aretino, histórico, humanista y canciller de la República Florentina; es una solemne estructura, con bajo el sarcófago con la figura del difunto. Esta tipología debida al dibujo y la habilidad escultora de Bernardo Rossellino resultó un modelo para muchas otras tumbas pequeñas. Y precisamente a la tumba de Leonardo Bruni se inspira el monumento al famoso músico y compositor italiano Gioacchino Rossini, muerto en París en 1868. Continuando hay el simple monumento a Ugo Foscolo, el gran poeta italiano, que fue enterrado en la basílica en 1871 con una ceremonia pública. El, muerto en 1827 en Inglaterra, quería ser enterrado junto a otros grandes personajes florentinos como Michelangelo y Galileo. Al gran científico italiano ha sido dedicado un monumento marmóreo y policromo: el busto de Galileo es comprendido entre las alegorías de astronomía y de geometría. En la pared de la izquierda encontramos, descendiendo hacia la fachada, la tumba al aretino Carlo Marsuppini, secretario de la República Florentina, laborado por Desiderio de Settignano, que sacó inspiración en el anterior monumento a Leonardo Bruni. La tumba de Carlo Marsuppini se pone de manifiesto para la refinada decoración, especialmente en el sarcófago.
“De los sepulcros” de Foscolo: es la obra del poeta más compacta y concluida escrita en pocos meses entre el verano y el invierno de 1806 y publicada en 1807. Es probable que la idea de escribir "De los sepulcros" sea nacida en poeta a raíz de un debate con Ippolito Pindemonte, al que está dedicado el poema, inspirándose en lo que estaba escrito en el edicto de Saint Cloud, que reglamentaba las prácticas sepulcrales según la cual no se debían tener más tumbas dentro de los muros ciudadanas o grandes tumbas para aquellos que si lo podían permitir. Foscolo no es innovador para el tema sepulcral, tratado ya por los poetas pre romanticos ingleses; la innovación está en el hecho que el autor pone en la obra los principales temas de su poética. Encontramos en efecto el materialismo, el significado de la civilización y la poesía, la condición histórica de la Italia y las posibilidades de rescate de identidad individual y social del poeta. Foscolo trata el tema de Florencia y de las tumbas de Santa Cruz en la tercera sección del carme: las tumbas de los fuertes hacen bonita la tierra que les alberga y empujan a grandes obras. Cuando Foscolo vio en Santa Cruz las tumbas de Machiavelli, de Michelangel y de Galileo aclamó Florencia considerada santísima para la belleza de su tierra y por haber dado los padres y la lengua a Dante y a Petrarca (enterrados, respectivamente, en Ravenna y Arquà), pero aún más santísima porque ha conservado en un templo las glorias de Italia, que son las únicas después de que los extranjeros nos han secuestrado todo, excepto la memoria.
Tumba de Michelangelo
Monumento por Dante Alighieri
Tumba de Leonardo Bruni
Tumba de Vittorio Alfieri
Monumento por Machiavelli
Monumento por Gioacchino Rossini
Monumento por Ugo Foscolo
Monumento por Galileo
Tumba de Carlo Marsuppini